La actualidad política viene cargada de informaciones y opiniones sobre la importancia del buen uso de las herramientas democráticas que nos ofrece la legislación española. Quienes hace unos días invocaban la importancia de la Constitución española como único camino en el digno fin de alcanzar la cohesión social y territorial, la repudian ahora sin apenas darse cuenta, al no respetar y menospreciar el carácter que otorga la misma a la democracia representativa como sistema de funcionamiento. Bajo la falsa bandera de la legalidad se imploran elecciones y se pretende hacer ver una ilegitimidad del nuevo Gobierno, este hecho está plenamente alejado de la realidad política, social y legal. No es verdad que nadie ha votado a Sánchez, no es verdad que se haya usurpado el Gobierno al Partido Popular, no es verdad que este Gobierno nazca de maniobras oscuras. El nuevo Gobierno nace de las urnas, nace de la correcta aplicación de una herramienta plenamente democrática recogida en
Primero de mayo aparece como reivindicación laboral por primera vez en 1886 en los Estados Unidos, donde los obreros anarquistas convocaron, para ese día, manifestaciones en pro de la jornada laboral de ocho horas. En 1889, el Congreso Internacional Obrero de tendencia socialista reunido en París acordó que el 1.º de mayo fuese celebrado por los obreros del mundo como fiesta del trabajo y de la paz, enfocando la fiesta reivindicativa a la petición de la jornada laboral de ocho horas. En origen, fue una celebración cargada de tensión, pero, poco tiempo después se convirtió en algo festivo, además de reivindicativo. En España, el gobierno liberal presidido por Práxedes Mateo Sagasta fue permisivo con la celebración de la fiesta de los trabajadores en 1890, pero en 1891, bajo la presidencia de Cánovas, la situación cambió, prohibiéndose toda manifestación reivindicativa que se produjese fuera de los locales de las organizaciones obreras y aún en sus sedes éstas debían estar vigiladas